Las batallas de Andrés
- Ernesto Reyes
El 1 de julio de 2018 es una fecha icónica en la política nacional porque ganó, y casi de inmediato fue reconocido por sus oponentes y el propio Instituto Nacional Electoral que en 2006 le había regateado el triunfo, el único aspirante de izquierda que hasta entonces había concentrado la simpatía de la mayoría de los mexicanos.
Antes, intentó llegar a palacio nacional, en 1988, el ingeniero, Cuauhtémoc Cárdenas, pero como sucedió con Andrés Manuel López Obrador, había sido víctima de un colosal fraude. La acumulación de agravios, que con impunidad cometía el viejo sistema político mexicano, estalló para fortuna de quienes creen en este proyecto, durante el proceso electoral de hace dos años, dando paso a un proceso de profunda transformación social, política, económica y cultural.
López Obrador lleva al frente de la conducción del país un año y medio, con mucho éxito, pero no pocos tropiezos y enemigos jurados - aunque él siempre afirme que solo tiene adversarios- además de retos por superar en el terreno económico, de la inseguridad pública y la paz, factores que ahora los vino a agravar la pandemia que nos mantiene con una gran incertidumbre.
En una nación multicultural, con tantos rezagos y dificultades, siguen existiendo fuertes resistencias para aceptar el cambio de régimen y las nuevas reglas del juego por quienes defienden los privilegios de la época neoliberal, misma que sigue presente en la actitud de quienes pagan o interactúan en las redes sociales, en los medios de comunicación, en las dirigencias empresariales, políticas y de sectores de la sociedad civil y organizaciones sociales que tardarán en asimilar, entender y relacionarse con el proyecto de la Cuarta Transformación, que poco a poco va permeando en una nueva cultura de la legalidad, de participación social y ciudadana.
Los altos niveles de aprobación que le siguen favoreciendo, cercano al 70%, que en otro contexto le daría a cualquier gobernante la oportunidad de llevar una administración con menos sobresaltos, le dan la fuerza y legitimidad para enfrentarse a dichos poderes que no lo dejan, ni a sol ni a sombra, mediante amparos, descalificaciones verbales y campañas mediáticas que mantienen en tensión al nuevo régimen.
El presidente enfrenta esta andanada, redoblando su andar por el país – incluso en medio de la pandemia- inaugurando proyectos y obras de gran calado, además de hospitales y caminos rurales, e impulsando la ampliación de los programas Bienestar a favor de los más débiles, pero sobre todo de la infraestructura de salud que ante la epidemia requiere de la fortaleza del Estado para que nadie fallezca por falta de atención médica.
Su estrategia de mano blanda, aún contra sectores peligrosos que pueden desestabilizar un país como la delincuencia organizada y la de cuello blanco, le permiten no usar la represión contra los opositores y hasta llevarse bien con el mismísimo Donald Trump.
Sus batallas en la adversidad – aun teniendo al mando el Poder Ejecutivo Federal- las ha llevado a cabo mediante el uso intensivo y efectivo de las redes sociales y de las conferencias matutinas durante las cuales no solo responde preguntas, usualmente difíciles, sino que mantiene un diálogo permanente con quienes están detrás de una pantalla, un teléfono inteligente, una computadora. Su objetivo en la comunicación, es con el pueblo de abajo, donde está asentada su base social que impide tenga éxito cualquier intento de cuartelazo político que le han fraguado sus opositores.
Hay muchos valores que protegen a Andrés Manuel de sus detractores para que no pierda el manejo de la gobernabilidad del país, a pesar de la crisis económica y la amenazante criminalidad. Los más preciados son su tenacidad para salir adelante, además de su honestidad a toda prueba que le permite afirmar la idea de que es posible regenerar la vida nacional erradicando la corrupción como práctica nociva en el servicio público, y entre gobernantes y gobernados.
No va a ser fácil que remontemos los efectos dañinos del desastre económico, que nos impactó cuando el país se enfilaba hacia una mejoría en varios órdenes. Pero su identificación popular, con el acompañamiento de nuevos adherentes y de su propio partido, que no acaba de renacer, lo fortalece y lo proyecta para resistir, incluso, la revocación de mandato, a realizarse en el año 2022, donde el liderazgo de Andrés Manuel se pondrá a prueba, por enésima ocasión. Ánimo a todos sus simpatizantes.
@ernestoreyes14