¡Que conste, ...son reflexiones!
- Sócrates A. Campos Lemus
EN la vida he encontrado con gentes que “explotan”, no solamente explotan a los demás, ellos, también “explotan” porque sus emociones son incontroladas, violentas, producto de su mal carácter o bien de sus profundas ambiciones y mal intenciones, de su mala “leche”, de su voracidad, así pues cuentan que, en alguna ocasión, estaba un niño que tenía muy mal carácter, tan mal que me recuerda a muchos de los políticos que hemos conocido, de esos que mentaban madres, amenazaban, alegaban, reprimían, violentaban, que se desquitaban, que incluso, algunos dicen, han llegado a tener las manos manchadas de sangre y de corrupción, claro que todos pueden pensar en algunos de esos políticos, jefes y funcionarios que por su vida han pasado o tenido que soportar, otros, claro, mucho más finitos, emboscados, malévolos y perversos no dejan de ser tan brutales como esos violentos y gritones, a lo mejor lo son mucho más, lo hacen con la sonrisa en la boca y sin sentimientos, pueden llegar eso si a asesinar y dejar en la miseria a los que se les atraviesan en sus ambiciones.
Así pues, el padre de aquel niño, tratando de corregir su mal carácter le dio una bolsa de clavos y un martillo con la consigna de que, cada vez que el niño perdiera la paciencia y tuviera sus arranques, debía de clavar en la cerca de su casa un clavo. Los primeros días los clavos fueron muchos, poco a poco, reconociendo sus caprichos y tratando de controlar su carácter, fue bajando el número de clavos que clavaba en la cerca, hasta que un buen día se dio cuenta de que ya no ponía ningún clavo. Alegre y contento fue con su padre a decirle que ya sabía cómo controlar su carácter y que ya no había clavado ninguno. Así, el padre, le recomendó que por cada acto donde él entendiera la forma de controlarse, debería sacar uno de los clavos que había puesto, así, en varias semanas, el chico cambió mucho en su carácter y logró controlarlo y sobre todo ser un buen chico alegre y bien intencionado, cuando terminó su tarea, lo comunicó a su padre. Entonces, él, lo llevó ante la cerca y le dijo que por cada acto y por cada palabra que lastimaba a los demás él había tenido que clavar un clavo, y después, al corregir su carácter, lo sacaba, pero la cerca quedaba llena de hoyos, ya no tenía aquella terminación firme y bonita que tenía, así que el padre le comentó que, cuando se ofende con las palabras por enojo, por violencia, por ambiciones, por envidias, esas palabras siempre dejan una cicatriz, así que pudiera ser lo mismo que enterrar un cuchillo a una gente y después sacarlo y pretender pedir perdón, pero el daño ya estaba hecho, las heridas ahí estaban, igual que estaban aquellas heridas verbales; por esa razón hay que saber controlar la lengua y sobre todo el carácter, medir las palabras porque con ellas se ofende de tal suerte que se dejan heridas profundas que jamás se cierran. Con los amigos o con los seres queridos eso se debe de ver, el control, pero sobre todo las emociones buenas dejando que afloren en cualquier momento serán suficientes para no generar esas heridas que tanto duelen y separan, matan…
Pero tenemos que recordar que, más que las palabras, lo que más daño hacen son los hechos, por esa razón, cuando vemos que las palabras no corresponden a los hechos, lastiman más, generan más heridas, tal como decía Juárez: No se me juzgue por mis dichos, sino por mis hechos, mis dichos son hechos…así, cuando volteamos a ver las promesas de los políticos y los hechos de los mismos, podemos saber si nos están tratando de matar, engañar o manipular como tantas veces lo hemos sufrido y aquí ya no es para pedir perdón, los hoyos están en cada uno de nosotros, por esa razón, cuando tengamos la oportunidad de emitir nuestro voto, pensemos en quién son los que están en las listas y qué han dicho y sobre todo qué han hecho, así podemos ver que no solamente nos dejaremos influir por las emociones, sino por las razones, y al tratar de hacer los cambios hay que entender lo que es la realidad, porque conociendo la realidad, podremos modificarla, no antes. Así, no es que se busque que regresemos a lo “menos malo o menos peor”, sino que busquemos las mejores opciones, y cuando ya hemos visto a lo largo de un corto periodo de que los “buenos” o los que se presentaban como tales, salieron peor que los malos, pues tenemos que ver, ahora, quién o quiénes son los hombres y mujeres que contienden y dejar a un lado el pensar que el viejo sistema nos condicionó, no importa que ahora regresemos a lo que muchos consideran el viejo PRI, cuando sus candidatos son en muchos casos mejores a los que operan los demás partidos, dejar de dar nuestro voto por alguien que vale la pena, solamente porque está en ese partido, es desperdiciar la oportunidad de un real cambio. Si queremos ser diferentes, lo único que no podemos ser, es, ser INDIFERENTES.