- Congreso
La mujer indígena nunca más debe ser olvidada por sus propios gobernantes
Oaxaca. Penetrar al mundo místico de la mujer indígena es algo extraordinario, pocos comprenden cómo con tan poco, pueden criar una familia, ahí en lo intrincado de la Sierra, de los Valles, de la Mixteca, de todo Oaxaca, entender que de cara a su pobreza, está su dignidad, esa belleza que incuba saber, conocimientos ancestrales como curar con yerbas, atender un parto empíricamente, hacer su ropa, estirar el gasto y lograr que sus hijos logren sobre salir adelante; casi ningún funcionario repara cuando va en carretera en el humo que sale de chozas enclavadas en la montaña, totalmente pobres, sin agua potable, ni luz eléctrica, ahí está una tragedia, la forma de vivir es ancestral y son invisibles para la sociedad.
Con la bandera del indigenismo muchos han conseguido puestos públicos, estar al lado de “gente de razón”, pero son humillados, mal vistos, sin embargo, por fin la tribuna de la cámara de diputados fue utilizada para reivindicar a esa mujer indígena y lo hizo la que no ha caído en el fashión, en el glamour, aprovechándose de su situación ladinamente, hablamos de la diputada Irma Juan Carlos, quien tuvo una vigorosa intervención cuando exigió que se implante en México el día universal de la mujer indígena, los días cinco de septiembre de cada año.
En su intervención, hizo hincapié en que la mujer indígena es poseedora de conocimientos ancestrales, milenarios, es artesana, partera, curandera, cocinera, diseña y cose a mano su ropa y de sus hijos, sobre todo enfatizó que es una mujer que, sin los elementales servicios, cocina, construye su letrina y lava la ropa, acarreando agua, aun trayéndola desde el arroyo más cercano que muchas veces es a más de un kilómetro.
Sin embargo, la mujer indígena es invisible para el gobierno, pese a que el artículo segundo constitucional en sus dos apartados se le reconoce, pero en la práctica no se aplica; son discriminadas a pesar de conservar una lengua originaria, de ser un tesoro de conocimientos, sólo las utilizan y visitan en época de elecciones y eso es más que cruel.
En su elocución resaltó todo lo anterior y reiteró la necesidad de que se institucionalice el día de la mujer indígena el cinco de septiembre de cada año, como una forma de respeto y reconocimiento a esas etnias y sobre todo, a esas madres que luchan diario por el bien de sus hijos.
No podíamos terminar este escrito sin reconocer que estas mujeres indígenas hacen una gran labor al transmitir sus conocimientos a sus hijos, preservar su lengua y costumbres milenarias que a fin de cuentas, son nuestra historia y origen, no es común, pero felicitamos a esta legisladora comprometida con su gente y que realmente es ejemplo de cómo una indígena puede superar los obstáculos más duros y tabúes más arraigados en nuestra sociedad.