¡Que conste,...son reflexiones!

  • Sócrates A. Campos Lemus

UN ARTISTA NACIDO EN Cuicatlán, Oaxaca,  Fernando Andriacci, escultor, grabador, amante de la filosofía y la historia, hombre que constantemente cursa sus talleres en la Casa de la Cultura oaxaqueña y en al taller Rufino Tamayo, excelente conspirador de los materiales y buen investigador de los mismos, encuentra su talento en la litografía, en las técnicas mixtas y la pintura su gran pasión. Es un pintor sereno, sin desplantes que genera el éxito, querido por sus paisanos a los que no deja de visitar y convivir; en una de esas convivencias con el magistrado Roberto Gómez, con Juan Díaz, con el Checo Santibañez, tuve la oportunidad de conocer a tan buen pintor y ser humano en un desayuno en Casa Oaxaca, donde él, casi a diario va a disfrutar los manjares de su estado.
         Llevaba unas pruebas de autor de litografías maravillosas, las mostró con orgullo y paciencia, se tomaba fotografías con algunos comensales y en las paredes de ese restaurant, engolándole están varias de sus pinturas. Le pregunto si las vende y el solamente explica que están para que las vean los que van, sin pomposidades, sin soberbia, con humildad, como inmerso en su mundo de arte y de color, de magia, como parece todo lo oaxaqueño, Fernando Andriacci es este pintor que nos mostraba su obra o parte de ella y de pronto, con esa magia, con humildad, nos dijo, escojan una como un regalo por este día, me sorprendía, los demás, solamente se sonrieron, sabiendo que así es él, y tomamos esas obras de litografía con cariño, como si fueran mágicas, viendo los colores, metiéndonos en los animales místicos y cada uno tomó la que más le gustaba, todas eran bellas.
         Salimos del restaurant y de pronto “me caía el veinte”, estaba al lado de un hombre de gran talento y solamente había podido decir: Gracias y pararme para la foto del día… me ganó el tiempo, y hoy, después de llevar a enmarcar esas bellas obras que estarán en mi casa, con la dedicatoria de Fernando, de pronto, me doy cuenta de que la magia y el color en Oaxaca aún siguen a pesar de los días nublados y los graves problemas que generan los políticos y los funcionarios, que no entienden del arte ni de la poesía ni del color ni de la magia. Solo ven y velan por sus riquezas y por sus acumulaciones, solo ven por sus intereses y se olvidan del hombre y de los artistas, de los muchos artistas oaxaqueños, a los que no apoyan… y, cómo van a apoyar, si no ven la magia y el color, las notas musicales y las obras de los magos de las obras de arte, a las que llaman “artesanías”, no entienden que la cultura es parte de la obra humana, lo que nos hace humanos y sensibles, la que nos permite continuar en este mundo para dejar algo bueno en el mismo.
         No conocen de la poesía ni de la música ni de los cuentos que se hablan por los ancianos en las tardes, al lado de los comales y los platos vacíos, no, efectivamente, los políticos y funcionarios se pierden en esos pantanos del poder y del dinero, creen que asistiendo con los que explotan el arte y hacen negocio con el mismo escudados en su disfraz de “mecenas” ya están con los artistas que, día a día, velan por el poder del pueblo, por su esencia, por sus raíces y libertad, cada pintura o cada “artesanía” que no es más que arte popular, es parte de todos y nos dice todo lo que somos y la magia que traen las manos y los talentos de los artistas en Oaxaca.       
         Esa labor diaria, callada, con humildad, sacando el corazón en cada pincelada o en cada malla, en cada golpe de cincel, en cada pensamiento, en cada reflexión es la que hace Fernando Andriacci. Ahí están los colores de cada zona, la magia de los cuentos y las historias que llenan las regiones de su entidad a la que ama con locura y lo muestra, así comparte su ser, así logra que se quiere a Oaxaca. En verdad, todos, queremos a esta tierra sea lugar de nuestro nacimiento o no, la queremos en sus pintores, en sus colores, en sus ideas, en sus personajes, en las lecciones de Flores Magón o de Juárez, en el talento de Vasconcelos, en los músicos de cada pueblo, en los tonos de sus lenguas y en sus vestidos y bordados, en sus cultivos, en la gastronomía, en sus calles, y sobre todo, en sus gentes, las gentes del pueblo, no la de los políticos ni los funcionarios voraces y corruptos. La gente del pueblo es genial, bondadosa, agradable, acogedora, buena anfitriona, dulce, atenta, sencilla, en fin, tiene lo que da la tierra y el trabajo: la verdadera oración para Dios en los tiempos buenos o malos, en las tradiciones que nos dicen todo lo que vemos con sencillez y amor. Aquí, las raíces de libertad son profundas y grandes, y las alas de libertad, están plasmadas por los artistas, por todos los artistas de esta tierra, las que nos hablan de que Dios nunca muere o las que tratan del amor en sus canciones y la magia de sus pinceladas….