Otra vez Murat

  • Moisés Molina
La x en la frente

Debió haber sido 14 de enero de 2013, el mismo día en que circuló esta columna con el título “Ave de tempestades”. José Murat tuvo la atención de llamar a quien esto escribe para hacer una precisión respecto de lo que ahí leyó: “Oye, pero yo sí tengo amigos”.

Hoy pregunto ¿Dónde están esos amigos? No solo los del pleistoceno, sino aquellos que bien podrían, desde las redes, manifestarse con el hashtag #TodosSomosMurat. ¿Dónde están aquellos que en su presencia le rinden pleitesía, le juran respeto y admiración y hasta fotos le piden? ¿Dónde están esos amigos jurados que han ido a buscarlo para pedirle chamba? En lo dicho. Hoy Murat, acostumbrado a esto, está solo ante una nueva andanada. La buena noticia es que Murat, para esto, no necesita a nadie. Él es su propio defensor y su propio abogado.

Y es que los políticos han procreado una ciudadanía morbosa. El odio a la política y a los partidos, justificado en muchas ocasiones, por parte de una ciudadanía descontenta, encuentra en el amarillismo periodístico un inmejorable fertilizante. Basta un rumor, un trascendido en los medios (incluídos facebook y twitter) para erigirse en poseedores de la verdad.

Entre “varias” verdades ¿con cuál nos quedamos? Con la que ofende y lastima a la política y sus actores. Damos en automático por ciertas las publicaciones y comentarios que, salvo sus honrosas excepciones, se hacen con la sola finalidad de ganar lectores y audiencia.

¿Qué es lo que más despierta el interés de nuestra gente a la hora de leer un periódico, escuchar un noticiero o abrir un portal de internet? El sensacionalismo; sobre todo en época electoral. Por eso la gente olvida rápido los escándalos. Quizás porque inconscientemente se asume parte de un juego que no es más que solo eso, un juego que hay que jugar.

¿Cuándo fue que permitimos que se concediera a los medios de comunicación el papel de un tribunal? Los ciudadanos hemos sido sistemáticamente objetos de la manipulación mediática, sobre todo en tiempos electorales y más aún en tiempo de sucesiones gubernamentales anticipadas.

No nos manipulan los medios. Nos manipulan quienes mandan a publicar ciertas notas con la intención de perjudicar al enemigo, cuando en política solo debe haber adversarios.

¿En qué mundo vivimos, cuando quienes con tanta vehemencia han repudiado los contenidos de las publicaciones gringas, son hoy sus panegiristas y hasta retuiteadores? Entre esos retuiteadores hay más de un “amigo” de Murat, los mismos que en un año le estarán buscando el saludo. Al tiempo.

Es una simple cuestión de naturaleza humana.

Entiendo que Murat mandó inmediatamente una carta aclaratoria al NYT: Yo no tengo propiedades en Nueva York, les dijo. Y aunque las tuviera. Murat era pudiente antes de ser gobernador.

Usted –amable lector- se debe preguntar. Si Murat no tiene ningún cargo y -que yo sepa- no está buscando ninguno ¿por qué esta andanada digna solo de funcionarios y artistas? La respuesta es de nadie más que de usted –amable lector.

Algunos –los mismos enemigos de Murat, entre ellos- les dirán que me veo muy mal defendiendo a Murat. Primero hay que recordarles que Murat no necesita –nunca lo ha necesitado- quien lo defienda mediáticamente, y en segundo lugar confieso que me sentiría peor de lo que ellos me ven, faltando a mi deber moral de escribir lo que pienso y de escribirlo sin miedo y sin reservas.

Hay espíritus torcidos que, en circunstancias como estas, escarban como el avestruz y asoman la cabeza solo cuando están seguros que la tempestad pasó. Aprendan de su “amigo” a volar en la tempestad, saquen la cabeza del hoyo y muéstrenle solidaridad, al menos.

@MoisesMolina