¡Que hable el pueblo de Huitzilan de Serdán!
- Aquiles Córdova
El 23 de enero apareció en El Universal un texto del reportero Amílcar Salazar que resume las declaraciones de dos sacerdotes, Mario González Melchor y José Martín Hernández Martínez, que, según su propio dicho, se dedican a defender, el primero a los migrantes que cruzan hacia Estados Unidos y el segundo a los indígenas de la Sierra Norte de Puebla. Loable tarea, por cierto, que, en principio, sólo merece admiración, aplauso y pleno respaldo de la gente de bien. Pero resulta que el párroco José Martín Hernández Martínez, quien fue párroco de Huitzilan de Serdán, Puebla, hasta hace unos meses, lanza acusaciones e injurias infamantes, graves y sin ningún sustento, en contra de Antorcha, apoyado sólo en el hecho de que la mayoría de los huitziltecos simpatiza con nuestro movimiento y ha votado por gobiernos antorchistas desde hace varios trienios, incluido el actual. Y es eso y sólo eso, lo que nos obliga a ocuparnos de sus declaraciones hechas a El Universal.
El ex párroco de Huitzilan comienza asegurando que su superior jerárquico, el señor obispo de Puebla, “lo decepcionó” por su autoritarismo y su falta de valor para enfrentarse a los problemas propios de su ministerio. Luego, el reportero Salazar dice sobre el párroco lo siguiente: “Su temperamento, hosco ante el poder; su decisión de oficiar misa en lengua indígena, sus anhelos de cambiar el entorno de pobreza e ignorancia que lo rodeaba, así como las críticas que desde el púlpito y en otros foros emitía frente a los abusos contra la población indígena que, a su juicio, practicaba Antorcha en la región, desencadenaron presiones de la autoridad municipal y la eclesiástica”. Y aquí empiezan los problemas y la dudas sobre la honradez y sinceridad de Hernández Martínez. “Hosco ante el poder”. ¿Qué poder? ¿Cualquier poder, incluido el de la Iglesia? ¿Quiere sentar plaza de verdadero anarquista? ¿Por qué se ha mantenido tantos años bajo “el poder” de la Iglesia? Asegura que las presiones de la autoridad municipal de Huitzilan (nada más diremos referente a la Iglesia, porque ése no es nuestro terreno) se desencadenaron por querer “oficiar misa en lengua indígena”. ¿De veras? ¿Y en qué dañaba a la autoridad municipal con eso? Que lo hostilizó dicha autoridad por “sus anhelos de cambiar el entorno de pobreza e ignorancia que lo rodeaba”. ¿Lo reprimieron “por sus anhelos”? ¿Y cómo se puede hacer eso? Querrá decir acaso “por sus intentos” y no “sus anhelos”. Y si es así, ¿qué intentos fueron esos y qué tipo de represión sufrió por ellos? ¿Por qué los calla? ¿No se da cuenta, acaso, que expresarlos es necesario para darle peso y credibilidad a sus acusaciones?
Ítem más. ¿Por qué tampoco precisa los “otros foros” desde donde atacó a los antorchistas ni menciona en concreto los abusos de que los acusaba y los acusa? El párroco Hernández Martínez guarda prudente silencio sobre ambos puntos, y yo opino que tiene buenos motivos para ello. En el primer caso, porque no quiere confesar que esos “otros foros” eran actos político-partidistas en los cuales su público mayoritario eran los caciques y los asesinos de la UCI a sueldo de ellos; en el segundo, porque es más fácil sostener acusaciones “en general”, abstractas y retóricas, que deslumbran a los ingenuos y confunden a las mentes mal educadas en el pensar riguroso y no obligan a nada al acusador irresponsable que la hace. En ambos casos, pues, es patente que el señor cura miente con la mayor frescura del mundo. Cuenta luego José Martín Hernández que escribió una carta al señor obispo en la cual le decía que Huitzilan “es un pueblo secuestrado por los antorchistas”, y que le aclaró que si el «no te metas con ellos» quería decir “no te involucres”, que perdiera todo temor pues “Dios me libre de enredarme con esa organización de criminales” que al amparo de su supuesta “ideología marxista-leninista, han amasado cuantiosa fortuna fomentando la ignorancia de los indígenas”. Asombra aquí que el reportero no le formulara pregunta alguna, aunque sólo fuera para satisfacer su curiosidad, sobre los medios sofisticados y maravillosos de que se vale Antorcha para mantener secuestrado a todo un pueblo, sin que éste diera ninguna señal de querer liberarse antes de la providencial llegada de su redentor, el párroco Hernández Martínez. También admira que no le pidiera ninguna prueba, ni siquiera de pura saliva, acerca de su afirmación de que Antorcha es una “organización de criminales” y de la “cuantiosa fortuna” que le atribuye. Parece que el reportero considera que no contrae ninguna responsabilidad registrando así, sin más, las más descabelladas imputaciones que a un señor cura se le ocurra hacer por sus puras pistolas.
Casi al final de la entrevista, pescamos dos últimas perlas. No busco pleito, dice el párroco (¿No? ¿De veras? Sus calumnias, ¿son gestos de conciliación y pruebas de amor al prójimo?), sino “vivir mi ministerio a plenitud” (¿mintiendo tan descaradamente?). “¿Qué pastor guarda silencio cuando el lobo devora a sus ovejas, o hace compadrazgo con el lobo?” Y remata a tambor batiente: “Antorcha dice estar luchando contra la pobreza, pero en la realidad está lucrando con la pobreza”. ¿Piensa en serio el párroco Hernández que no hay pastor que guarde silencio cuando el lobo devora a sus ovejas o que pacte con el lobo? Pues yo le aseguro que se equivoca. Hay y son mayoría. Sobran los pastores que venden a su grey; los malos y falsos pastores que vigilan el rebaño pero no para bien de éste, sino para el suyo propio y el de quien le paga para que cuide y engorde lo que se ha de comer. Y son estos mismos pastores falsos los que encompadran con el lobo, con los caciques que explotan, engañan y roban a las indefensas ovejas, como Alonso Aco en Huitzilan, gran amigo y compadre del párroco Hernández Martínez.
Dice que intentó cambiar el entorno de pobreza e ignorancia en Huitzilan, pero no dice una sílaba de cómo lo intentó. Antorcha sabe que hay mucha pobreza e injusticia en Huitzilan, pero no se conforma con hacer retórica social con eso; está luchando en serio por aliviarla, por ejemplo: ha introducido los servicios básicos, ha mejorado el abasto, la salud, ha creado empleo según sus modestos medios, cuida el medio ambiente y procura el embellecimiento constante del entorno social. Cuando Antorcha llegó a Huitzilan, no había educación; la escuela primaria estaba cerrada porque la UCI había matado al director y el resto del personal había huido. Hoy hay jardín de niños, primaria, secundaria, preparatoria y educación normal; además, el Ayuntamiento apoya como puede a los jóvenes que desean estudiar fuera de Huitzilan. Venir a decir, ante todo esto, que Antorcha fomenta la ignorancia, no sólo es una torpe mentira, es una prueba irrefutable de que quien habla es el verdadero enemigo de la superación del pueblo. El cura Hernández nos llama asesinos pero no da pruebas; nosotros decimos que los asesinos son los caciques, con Alonso Aco a la cabeza, y los pistoleros de la UCI a su servicio, todos ellos amigos y protegidos del párroco Hernández, y hemos dado y daremos las pruebas y testigos cuando sea necesario. El cura Hernández nos acusa de lucrar con la pobreza de los indígenas, nosotros sostenemos que son sus amigos los caciques los que se han enriquecido, desde la época colonial, con el sudor y la miseria de los indígenas, a los que trataban y tratan como a bestias de carga.
¿Quién miente y quién dice la verdad? ¡Que hable Huitzilan! El cura Hernández habla por Huitzilan con el tono paternalista de quien ve al indígena como el eterno menor de edad, incapaz de pensar, de hablar y de defenderse por sí mismo. Hace falta un cura ilustrado que hable por él. Antorcha se opone frontalmente a este punto de vista discriminatorio y falsamente generoso. Nosotros no dudamos de la inteligencia y de la racionalidad de los huitziltecos, y hemos luchado a brazo partido por cultivarlos con escuelas, con instalaciones deportivas y culturales, con pláticas y conferencias, cuidando su salud y su medio ambiente e impulsando a muchos huitziltecos a salir de su pueblo a educarse en las mejores universidades del país. Una prueba de ello es su actual presidente municipal, el joven abogado Manuel Hernández Pasión, quien gobierna y defiende a su gente como un pueblo de hombres libres, y no como el rebaño de borregos de que se ufana el cura José Martín Hernández. En Huitzilan no manda Adalid Córdova Muñiz, antorchista distinguido que sólo colabora ciertamente, sino su presidente y el “Pleno Antorchista”, un comité integrado por 20 huitziltecos despiertos, politizados y firmes en la lucha por el futuro de su comunidad. Yo pido a El Universal que, con la misma generosidad con que abrió sus puertas al cura Hernández Martínez, permita ahora que hablen el presidente y el “Pleno” de Huitzilan. Ellos, y nadie mejor que ellos, saben la verdad y pondrán responder a la pregunta clave en todo esto: ¿Quién miente: los antorchistas o el cura Hernández Martínez y su club de amigos?