¡Que conste.. son reflexiones!

  • Sócrates A. Campos Lemus

         La sociedad actual se ha basado en el miedo, tenemos miedo a los compromisos, a las lealtades, a los amigos, a nuestros seres queridos, a los gobernantes, a los profesores, a los banqueros, en fin, desconfiamos y tememos a todos, es por esa razón que en el miedo no podemos tener la fuerza de la unión y, en la división, somos vulnerables y nos rompen y dominan. El ego es una de las fuentes del miedo, tratamos de tener reconocimiento y queremos que nos reconozcan basados en que tenemos que ser simpáticos a los demás o ser parte de esa “manada”. No reconocemos que el espíritu nos enseña a que somos parte ya de todo el Universo, que tenemos relaciones en todos los sentidos y que esas relaciones deben ser las mejores para el bien de todos, así nace la confianza en la fuerza interior, así comenzamos a ver con el corazón y tenemos la seguridad de que siempre tenemos compañía en la naturaleza, en los demás. Si perdemos el miedo a los demás, fortalecemos la seguridad en nosotros.
         La sociedad de consumo, la que se rige por lo que compramos y vendemos y no por nuestro valor, nos provoca el miedo a la escasez, tenemos miedo a tener escaso todo, el dinero y las oportunidades, por ello, debemos cambiar en nuestro interior y entender que nuestros deseos deben ser para mejorar, no para gastar, deben ser para proporcionarnos una calidad y vida mejor, no para exhibirnos; claro que debemos desear lo mejor, dejar de tener la visión de las víctimas que se sienten despojadas y engañadas por los demás, la abundancia ahí está en la naturaleza, en el universo, en las relaciones con los demás, en entender que todos podemos aportar algo y que, para recibir, tenemos que dar, si solamente acumulamos no hay cabida para recibir más, por eso debemos de dar. Al dar, agradecemos, podemos agradecer todo lo que tenemos y todo lo que hemos recibido y cuando hacemos un balance vemos que somos inmensamente ricos, tenemos abundancia y podemos dar gracias. Todo lo que tenemos es grandioso, empezando por la vida misma, por la alegría de tener a los seres queridos cercanos y sanos, por nuestra salud, por la comida, por tener el sueño, por poder desplazarnos de un sitio a otro, en fin debemos y podemos agradecer por muchas bondades y abundancias y así perdemos el miedo a la escasez.
         Es lógico que todos tengamos miedo a la enfermedad, esta es el desequilibrio de la vida, trastoca todo, hasta el alma si no sabemos controlar la forma en que aceptamos o tratamos los males. Si no tenemos firmeza para componer el equilibrio, poco podrán hacer los médicos y los medicamentos, la enfermedad, dicen los sabios, que entra por la mente al perder el respeto por uno mismo, por permitir que el miedo nos invada y no enfrentarle. Tenemos que reflexionar y esto no se hace por medio del chachalaqueo, sino por medio del silencio, y cuando entendemos lo que nos sucede, podemos cambiar las formas y los fondos de nuestro comportamiento y podemos recuperar el equilibrio interior; no es que nos dejemos vencer, es que entenderemos mejor lo que nos sucede y al entenderlo podemos cambiar y, en vez de lamentarnos, curarnos…si queremos a los demás, tenemos que estar fuertes y saludables para cumplir con nuestro rol en la vida, porque desde que nacemos, comenzamos a vivir y al paso del tiempo, pareciera que el tiempo se acorta y solo van quedando los recuerdos, y éstos son buenos, pero hay que vivir el ahora y el día a día, porque todo cambia, nada se queda quieto..
Es lógico el miedo a la muerte, nadie se prepara para tal momento, todos esperamos honores y llantos y que se nos recuerde, y la verdad es que, ya muertos, nada es igual; es parte de la vida la muerte, es parte del proceso, la materia no se pierde, solamente se transforma, y así es la misma energía, y somos eso: energía y por tanto la muerte es un paso más en la forma del comportamiento de la vida. Los egos nos indican que debemos “trascender” y por más que busco la respuesta a eso no la encuentro, creo que la única trascendencia es que los que nos conocieron y nos amaron, de vez en vez, tengan el recuerdo de uno, no hay nada mejor, ni monumentos ni cementerios nos dan la trascendencia, no la dan los galardones, ni las medallas, ni los libros, ni los discursos, ni el dinero, ni la riqueza, ni los objetos de arte, la verdadera trascendencia, la tenemos cuando nuestros seres queridos, de vez en vez, se sonríen y dicen: “¿te acuerdas de tal o cual cosa, te acuerdas de qué decía, de cómo se comportaba, de cómo se manchaba la camisa?”, en fin en el amor y las sonrisas y aun en las nostalgias, está la verdadera trascendencia y por ello, cuando muera, quiero que al dejar mis cenizas bajo el árbol que sembré, se acuerden que, por esta vida, también sonreía con ustedes. Y quiero que sonrían. Busquen su felicidad y su trascendencia.