¿Será que algún día en Oaxaca la política volverá a ser lo que algún día fue? ¿O es que la práctica política siempre ha sido lo mismo en Oaxaca? ¿Cambian solo los actores, pero permanecen las mismas escenografías, los mismos guiones, los mismos argumentos y hasta los mismos parlamentos de un teatro sórdido?
La corrupción (de corromper) parece estar en el fondo de todo cuanto tiene que ver con la política en nuestro estado y sus municipios. Para triunfar, para prevalecer, pareciera que hay que corromper y corromperse. En la política ya no es menester el talento, ya no son necesarias cualidades, formación, perfil. Cualquiera puede ser un político y hasta un “gran político”. El dinero lo hace posible.
Imagino un tiempo en que hubo poder sin dinero de por medio; un tiempo en que las cualidades personales marcaban diferencia; un tiempo en que la palabra “mérito”, pesaba. Hoy, lastimosamente, el poder dentro del sistema político, deriva del dinero. Merced a él un político detestable se convierte en un gran político; le hace aparecer virtuoso al grado de convertir sus vicios y defectos, en virtudes.
Hoy, en política, estorban la honradez, la generosidad, la bonhomía, la decencia, el decoro, la dignidad, el respeto, las buenas intenciones, la confianza y la humildad. Para quien tiene dinero y poder para “seducir” a quien se ponga en frente, la admiración y –por increíble que parezca- el respeto, están garantizados. La mentira, la ira, la envidia, la avaricia, la soberbia y la egolatría son virtudes a destacar y están permitidos el menosprecio y la venganza. Al que más engaña cierta prensa le llama el más hábil y para esa misma prensa, el timado, merecido tiene el engaño.
No importa trascender, el juicio de la historia es algo para lo que no hay cubiertos, palabras como “memoria” son igual de menospreciadas que aquellas que nombran a los valores humanos. Todo es inmediatez … enriquecerse lo antes posible para resolver la vida y poder mandar al carajo todo y a todos.
Pero una vez que se enriquecen, quieren más. Enfermaron de poder y están dispuestos a todo por seguir gozando de sus embriagantes mieles.
Lo más triste sucede cuando no se tiene con qué comprar conciencias en el mercado de las opiniones. Tras un “no importa el qué digan”, “la gente no me da de comer”, “la gente habla porque tiene boca”, “bien o mal, pero que hablen”, subyace una autoimpuesta insensibilidad que, como último recurso, hay que inocular a la familia y a los seres queridos.
Habrá casos de personas honorables que, dentro de la política, son injustamente juzgadas; son difamadas, calumniadas. ¿Y las que son juzgadas con toda justicia? ¿Y las que en algún punto del camino dejaron de hacer lo correcto y se corrompieron? ¿Quiénes flaquearon la dignidad, el decoro y el respeto por sí mismas y se convirtieron en mercancías parlantes que simulan tener valores e ideales? ¿Valdrá la pena, todo el dinero y todo el poder, la tristeza de verse algún día al final del camino en una pesadilla de espejos rotos?
Necesitamos una generación de políticos y hay que empezar por una nueva generación de seres humanos que se reconozcan en cada madre y padre amoroso, comprometidos con la cosa pública. En las manos de usted –amable lector- en la educación que dé a sus hijos o a sus alumnos, yace la esperanza de que una pequeña parte del mundo llamada Oaxaca, sea mejor.
Oaxaca merece mujeres y hombres que se respeten a sí mismos para poder respetar a los demás; que entiendan y sientan nociones básicas como dignidad, honradez, solidaridad, humildad, respeto, amor; que no tengan la triste necesidad de venderse a sí mismos a cambio de un poco de poder y un poco de dinero.