La historia nos da las respuestas a nuestros problemas

  • Carlos Noé Sánchez Rodríguez
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 Históricamente, la mayoría de los pensadores sociales que se han preocupado por apoyar el progreso de las sociedades, han llegado a la conclusión de que son las masas pobres y explotadas, quienes a través de sus intereses y demandas, han logrado imponerse. El desarrollo de las mismas sociedades ha demostrado cómo a mayor avance en la sociedad, la llamada democracia va ganando terreno, y aunque la historia no es lineal, sí se puede encontrar que el hilo conductor de la lucha de los hombres buenos es, en última instancia, la libertad, la igualdad y la fraternidad, frases acuñadas desde la Revolución Francesa.

                        Pues bien, en la actualidad estamos muy lejos aún de que la sociedad haya llegado a la democracia real y autentica, y más lejana aún de que se cumplan los deseos de los Revolucionarios Franceses del siglo XVIII. La política a la mexicana que se practica en todo el País y desde luego aquí en Tlaxcala, es un democracia simulada, ficticia, que todo ciudadano medianamente enterado sabe perfectamente bien, que el llamado juego electoral y democrático es un mecanismo para legalizar a los personajes que las clases en el poder ya han señalado, o a aquellos que no representan un obstáculo para seguir haciendo “negocios” como ahora se le llama a las actividades económicas.

                           También es muy conocido los métodos que se han utilizado y se siguen utilizando, para que en caso de que un ciudadano consciente y honrado llegue a un puesto de elección popular y desde ahí pretenda cambiar los mecanismos de control económico e ideológico, que a través de las diferentes instituciones mantienen y preservan los intereses de las clases que tienen el poder económico, lo manipulen a través de la inducción a la corrupción, pasando por los mecanismos de convencimiento de colaboración por el “bien del País”, hasta el que usaron los pro imperialistas en 1972  en Chile.

                           Sin embargo el avance de las sociedades, no se puede frenar ni mucho menos parar; a la larga, el autoritarismo y la imposición de los intereses de las minorías privilegiadas, que se han instrumentado mediante todas las formas que han encontrado, no son eternas, porque la mismas contradicciones sociales producen una sociedad desigual, violenta, irracional y absurda, donde aparecen todos los males que han existido y los nuevos creados. La sociedad mexicana para quien lea someramente las noticias oficiales y las no oficiales, vera con claridad que estamos ya en una sociedad donde los múltiples problemas graves indican que por las vías probadas, hasta ahora, no podrán ser solucionadas, lo reconozcan los políticos o no.    

                            Por ello ahora, más que nunca las palabras de libertad, democracia, igualdad, justicia, vuelven a recorrer los pueblos del mundo, y aún más donde las condiciones económicas han producido una mayor desigualdad, menos libertad y más impunidad como la nuestra; es aquí donde aparecen las soluciones que la rica historia de nuestro mismo pueblo nos ha dado.

                           En efecto fue la democracia, entendida como el pueblo que siguió a Hidalgo y a Morelos, como la que surgió cuando las masas pobres y sometidas les hicieron la guerra de muchas maneras a los ejércitos austriacos y franceses que trajo Maximiliano de Habsburgo, guiados por la voluntad inquebrantable de Juárez, y fueron los peones, mineros, obreros, indígenas y campesinos que lucharon al  lado de Villa Y Zapata.

                     Sólo una democracia desde abajo, participativa donde, como dice el artículo de Guillermo Almeyra publicado en el diario la Jornada y que por título lleva “Que Necesita México”, queden excluidos los partidos firmantes del Pacto por México y los de la morralla; se necesita una democracia que surja desde abajo, que eduque, que extraiga a líderes naturales honestos y preparados y que luchen por sus intereses y demandas, solo así, recuperaremos nuestra libertad, nuestra justicia y nuestra democracia.