Maldito ardor

  • Ernesto Reyes

De gira por el occidente del país, donde tuvo que verle la cara a algunos gobernadores levantiscos, al presidente López Obrador le tomó fuera de palacio nacional la extradición, procedente de España, de Emilio Lozoya, integrante del grupo compacto de Enrique Peña Nieto, en 2012, cuando éste fue impuesto con el poder de las televisoras y de dinero mal habido.

Lozoya está implicado en sobornos de la constructora brasileña, Odebrecht, por casi 10 millones de dólares, destinados a financiar la campaña presidencial del PRI, con el fin de obtener contratos millonarios, como sucedió durante la gestión de Lozoya en Petróleos Mexicanos.

A éste se le juzga, además, por perjuicio a la Nación, en la venta irregular de una planta chatarra, en Coatzacoalcos, Veracruz, a un alto ejecutivo, también preso.

Respecto a su traslado a un hospital privado, antes de pisar prisión, corresponde aclararlo a la Fiscalía General de la República para que no se abone a la desconfianza ciudadana, frente a la justicia. Debe transparentarse si es verdad que, a cambio de un trato suave, el presunto delincuente ofrece, a cambio, videos o grabaciones que probarían sobornos a miembros de la clase política para que se aprobara la mal llamada reforma energética.

Durante la época neoliberal, a Lozoya como otros jóvenes, hijos de políticos o de familias pudientes, se les ponía como ejemplo para manejar la administración pública, por haber sido preparados en las “mejores” universidades, como Carlos Salinas de Gortari o el mismo  Peña: los nuevos científicos.

El arribo al poder de estos personajes, sin escrúpulos morales, se les permitió enriquecerse, cometiendo actos de corrupción en contra del Estado y del pueblo, bien promoviendo la privatización de bienes públicos o facilitando negocios empresariales. En medios estadounidenses se les reconoció como los “salvadores” de México. Medios mexicanos, y escritores y periodistas conservadores, no cabían de felicidad en el trato y convivencia con estos personajes.

Lozoya, como a los extraditables César y Javier Duarte, así como Tomás Yarrington, son a quienes representan ahora, sin declararlo, un grupo de intelectuales orgánicos, del régimen pasado, encabezados por Héctor Aguilar Camín, Enrique Krauze y Jorge Castañeda, quienes se dicen prestos a rescatar a México, para restaurar los equilibrios políticos, destruidos, según ellos, a partir de que López Obrador está gobernando. El odio, el desprecio, el racismo y el clasismo, transpira por su pluma y sus expresiones públicas.

Como el mismo presidente dice, en carta de respuesta a los abajo firmantes, “celebro que escritores y periodistas que han defendido desde siempre el modelo neoliberal o neoporfirista se agrupen, se definan y dejen de lado la simulación”.

A dicha estrategia mediática, al estilo del presunto Bloque Opositor y el Frente Nacional Anti-AMLO, se avienen otros escritores, periodistas, académicos y empresarios, cercanos a los grupos Nexos y Letras Libres, identificados por pactar contratos millonarios con gobiernos estatales y otras instituciones, antes que llegara el presidente y mandara a parar el festín.

Ya se han subido a esta convocatoria conservadora, aunque se reclamen de izquierda, librepensadores o independientes, los insufribles dirigentes del PAN y del extinto PRD. Ya piensan en una próxima coalición electorera, con algunos gobernadores, para pulsar si la gente prefiere la opción gubernativa actual, donde el trato es preferencial por los pobres, o los escoge a ellos y a sus candidatos.

Aduladores del poder, como en el 2006, cuando defendieron el fraude de Felipe Calderón, ahora salen a la defensa de las “instituciones democráticas”, queriendo a tras mano, proteger la vieja forma y el modo de hacer política donde, como en el mar, la vida era más sabrosa. Este maldito ardor, espero les dure mucho tiempo.

Mientras Oaxaca regresa el semáforo rojo, porque no nos hemos sabido cuidar de la pandemia, ayer 17 de julio, el maestro Francisco López Toledo (1940-2019) hubiera cumplido 80 productivos y generosos años. Se le recuerda con cariño, y se le extraña.

@ernestoreyes14