AUTORITARISMO. HEGEMONIA PARTIDISTA. RETROCESO.

  • Jorge E. Franco Jiménez

El presidente electo Andrés Manuel López Obrador y los posibles titulares de las diversas dependencias y entidades del gobierno federal que se muestrean, de facto como tales, en esta etapa de preparación para recibir el poder en diciembre próximo, están dando señales anticipadas de que la acción de los futuros servidores públicos se enmarcará en el autoritarismo, como se desprende de las que están realizando sin haber accedido al poder que inducen a pronosticar que, si ahora lo hacen sin tenerlo, la tendencia se acentuará en el momento en que se les dote de él.

El sistema político social y económico mexicano se ha caracterizado por periodos transicionales que van delineando el afianzamiento de una república federal democrática, formalmente representativa a partir de su independencia que se nutre a partir de 1857, y se fortalece con principios sociales en 1917 para después de ciertos ajustes propios del  movimiento revolucionario, retroalimentarse durante un periodo que comprende de 1929 a 1970 prolongado hasta 1982 en que se propician transformaciones que den salida a  la sofocación y excesos autoritarios que lo deformaron, derivadas del movimiento de 1968.

Durante ese largo periodo el país fortaleció el sistema presidencial frente al poder legislativo así como el control de las elecciones de gobernadores en las entidades, legislaturas e integrantes de ayuntamientos, utilizando para ello una estructura adecuada a la orientación del presidente en turno, cimentada en un partido en el que se conjugaron las aspiraciones del pueblo de México y de su movimiento revolucionario que le permitió a los gobernantes construir el edificio del gobierno hegemónico, agrupando a los segmentos sociales en sectores, dotándolos de las herramientas necesarias, recursos e instituciones, como las centrales obreras, campesinas, cámaras industriales, transporte etc..

Esta solida ordenación se edifica con el objetivo de institucionalizar el sistema de estado y gobierno de México, que escondió también el fortalecer la supremacía y el control total de gobernar bajo una sola voluntad, la del presidente en turno, que utilizaba a un partido político para ello que la competencia electoral. El presidente culmino siendo el fiel de la balanza en todo, en la dirigencia partidista, elección de diputados y senadores, integrantes del poder judicial federal, gobernadores y miembros de ayuntamientos relevantes, dirigentes empresariales y sociales; de esta manera el titular del ejecutivo era legislador, juez y dueño de las iniciativas que cada seis años  delineaban el rumbo de la nación y de su pueblo, afirmando en los últimos tiempos que su proyecto y la constitución representaban la revolución mexicana en movimiento permanente.

Hoy el futuro gobernante anuncia un proyecto de gobierno y de ejercicio del poder que denomina cuarta transformación que, de acuerdo con los signos que esta emitiendo preliminarmente, constituye un retorno al pasado, de autoritarismo y hegemonía, que nos ponga el mismo uniforme y camisa de fuerza que, en el pasado, provocó una crisis de profundas consecuencias y perdida de vidas.

El Presidente electo licenciado Andrés Manuel López Obrador, fue legitimado como tal, sin duda, por el voto mayoritario de los ciudadanos mexicanos de manera contundente, con el respaldo de un partido político denominado Morena conformado con una serie de lideres y agrupaciones que responden a su líder real, cuenta ya con poderes legislativos que responderán a su voluntad, tanto en el Congreso Federal como en diecinueve entidades, lo cual le garantiza tanto la aprobación de sus iniciativas como de las que canalice por medio del grupo parlamentario de ese partido y sus satélites; cuenta ya con grupo de distinguidos colaboradores que se anuncian como secretarios de estado o directores de entidades paraestatales que responden a su directriz, aunque muchos de ellos de manera  discordante con su líder o viceversa.

Ese esquema y sus pronunciamientos inéditos, suplantando al gobierno del aún Presidente Peña Nieto, incluyendo los que está haciendo en sus giras regionales el presidente electo, los legisladores federales y locales, son muestras avanzadas de que el ejercicio de gobierno se llevara a cabo bajo los signos del autoritarismo y el control hegemónico del presidente por medio del partido Morena, y que, a semejanza del pasado se nutrirá de la experiencia que de ello tienen una buen número de sus distinguidos dirigentes y legisladores federales y locales, es decir la cuarta transformación derivada de la voluntad presidencial, será la revolución mexicana en movimiento y se reflejará en las reformas constitucionales y legales que proponga bajo el esquema de partido-gobierno.

Así lo confirma lo publicitado en el recorrido que hicieron los ya o futuros secretarios de comunicaciones y transportes y del ambiente en su recorrido en los alrededores de donde se construye el nuevo aeropuerto con un grupo de inconformes, personajes que pretendieron realizar una visita de inspección a las instalaciones de una empresa a la que no habían sido invitados y que educadamente, la representante de la misma,  una dama atemorizada por las amenazas de estos funcionarios de facto, rechazo su ingreso. Desde luego le anunciaron que a partir del primero de diciembre próximo con la calidad mencionada ordenarían oficialmente visitas para comprobar su legalidad. Estas expresiones sin sentido, en este periodo, son muestras de autoritarismo, ocurrencias e irritación de lo que caracterizará al futuro gobierno.

Me parece que los foros propuestos, algunos suspendidos, son el elemento distractor, para buscar con ello legitimar decisiones ya tomadas por el Presidente Electo López Obrador, como lo relativo al aeropuerto, del que afirma que de cualquier manera ya está destinado un presupuesto para ampliar los servicios del actual en funciones y algún otro, mientras se termina el que se encuentra en construcción, lo que implica que su proyecto de acomodar los existentes con el de seguir construyendo el nuevo son compatibles; quizás lo que varié será el tema de financiamiento para cada uno, el suyo con dineros públicos y el otro con el privado.

La cuarta transformación aun no queda enmarcada, de manera tal, que los mexicanos y los oaxaqueños, no sabemos a ciencia cierta que definición tomará el Presidente Electo López Obrador en su plan de desarrollo y políticas públicas, pero si aflora un proyecto que requerirá del quehacer autoritario reflejado en una hegemonía representada por el binomio-partido en el gobierno, un poder legislativo controlado, una Suprema Corte sometida presupuestalmente y los gobernadores de oposición, a la buena voluntad presidencial.

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