Se puede combatir la violencia y la corrupción

  • Carlos Noé Sánchez Rodríguez

En las notas de prensa, desde ya algún tiempo, vienen destacando dos temas recurrentes en la sociedad mexicana, la violencia y la corrupción, apareciendo cada vez más entre los primeros lugares a nivel mundial,  y aunque estos males siempre han estado presentes, es en las últimas fechas cuando han aumentado significativamente, desde luego creando una gran inestabilidad social, y hasta cierta preocupación en los distintos niveles organizativos. 

        No solamente es el número de homicidios que produce la lucha intestina de los cárteles de narcotraficantes en sus disputas por los territorios de distribución de la droga, o de los caminos y vías por las que pasa y se trasiega, sino el aumento de homicidios por robo y asaltos, secuestros, venganzas de todo tipo, o por otros motivos personales etc.; igualmente ha aumentado en forma alarmante, según algunas opiniones reconocidas, el número de delitos dolosos. La inseguridad, como se le llama, está presente en pueblos y colonias que estaban tradicionalmente seguras, la impunidad se ha desarrollado al máximo y para muchos ciudadanos la tranquilidad ha desparecido, de tal manera que en forma clara se han desarrollado las llamadas autodefensas del pueblo, o la llamada justicia por la propia mano.

        Ante este panorama trágico, el gobierno en sus diferentes niveles, no puede ya combatir la violencia, lo único que se le ha ocurrido o lo único que se ve, es el aumento del presupuesto para contratar policías y militares, y en muchos casos es la propia policía la que cuida, sopla, y advierte a los delincuentes, o lo que es peor, es la misma policía y hasta los militares y sus jefes quienes son los verdaderos delincuentes; esta es la respuesta del estado ante el aumento de la violencia, pero bien  sabe el gobierno que ante el aumento de fuerzas policiacas y militares la delincuencia aumenta y no disminuye, apareciendo una espiral que no tiene fin.    

        La corrupción es el otro flagelo que nos azota, quien lea la prensa o simplemente vea algunos noticieros oirá casi todos los días actos de corrupción de personajes de altos niveles del gobierno,  incluso casos de  poderosos hombres del gobierno de los países más grandes y fuertes. Aquí en México, recientemente dos famosos gobernadores son “disque” perseguidos por la justicia por graves actos de corrupción; aquí en el estado, un día sí y otro también, se anuncia que los presidentes municipales  no entregan cuentas claras de su administración, y que al parecer desviaron grandes cantidades de dinero, pero basta con ir a cualquier juzgado o a cualquier ministerio público y aparecerá la corrupción como signo distintivo de la justicia, o basta analizar con cuidado cualquier entidad administrativa de cualquier dependencia y muy pronto se encuentra la corrupción por todas partes; lo mismo sucede con los legisladores, no hay día que no aparezca una nota acusando de corrupción algún diputado o a algún senador, pero también se dice por  periodistas y analistas profesionales que en el sector privado también hay corrupción, y sin que esto quiera decir que hay excepciones como en todo, podremos afirmar que la corrupción está presente en todos los poros de nuestra sociedad.

       ¿Y la respuesta del estado cuál es? algo al parecer inocuo, establecer fiscales, vigilantes, supervisores, órganos superiores que revisen las cuentas, sistemas de transparencia, leyes más duras, propaganda, etc.; pero todo mundo sabe que esto no sirve mucho, porque ¿Quién vigila al vigilante?, ¿Quién fiscaliza al  fiscal?, ¿Quién supervisa al supervisor?, siempre habrá un corrupto y siempre encontrara la forma de hacerlo, “el que no tranza no avanza” reza el dicho popular, y la moral es simplemente un árbol que da moras.

        La historia, la experiencia y la teoría científica de la sociedad, nos dice claramente que la violencia y la corrupción son consustanciales a la desigualdad económica de la sociedad, la existencia de las clases sociales distintas son las que la producen, por eso en todas las sociedades donde hay este tipo de distinción existe estos flagelos; en las sociedades antiguas también hubo corrupción y violencia, pero la diferencia entre las clases no era tan brutal como la que ha brotado del sistema económico de mercado que tenemos ahora, nunca había existido tanta desigualdad como los abismos enormes entre los poderosos y los menesterosos, por ello el verdadero combate efectivo contra la violencia y la corrupción, es disminuir la opulencia por un lado y la pobreza por otro, no existe otra forma u otra arma para combatir de fondo y esencialmente los azotes mencionados, si  la sociedad en su conjunto no disminuye la distancia insultante entre los más acaudalados y los que se mueren de hambre o de frio o de desesperanza, y que se ven casi obligados a delinquir para medio vivir, de no ser así, seguirá aumentando la corrupción y la violencia hasta crear una sociedad verdaderamente salvaje.