Tlaxco, otra victima más de los pueblos mágicos

  • Carlos Noé Sánchez Rodríguez

Es ya una ley impuesta por el sistema económico actual, que las espacios centrales de las ciudades, grandes o pequeñas, han de ser propiedad de los hombres del poder, de los empresarios y de los políticos, quienes con el pretexto de engalanar los llamados “Centros históricos” compran, expropian o  toman por la fuerza, edificios, terrenos, instalaciones etc., para adecuarlos a un creciente, dicen ellos, “turismo”. Claro está que los que más se benefician con la afluencia de los turistas nacionales o extranjeros son los dueños de los restaurantes, de los hoteles, del transporte, y muy poco el pueblo trabajador. Por ello las autoridades estatales y municipales hacen todo lo posible por embellecer y limpiar los centros de los pueblos y ciudades, expulsando a la periferia a comerciantes ambulantes, a pequeños transportistas, a escuelas, etc., algunas veces ofreciéndoles una alternativa viable como sucedió en la capital de Tlaxcala, y otras, atropellando sus derechos porque consideran que afean el ambiente, ya que así obtienen más recursos de la Federación, y por otro lado benefician a sus parientes y amigos.

En este contexto, ahora les ha tocado el turno a los alumnos, maestros y padres de familia de la escuela primaria “Carlos González” ubicada en el centro de Tlaxco, una institución con muchos años de antigüedad y que fue construida en 1926 en el gobierno de un presidente municipal que dono el terreno y que por ello la escuela lleva su nombre, este plantel alberga a 327 alumnos, cuyas familias viven en los alrededores del centro de Tlaxco. Pues bien, con diversas maniobras que van  desde las firmas obtenidas con engaños a los padres de familia y citas que nunca cumple el presidente municipal Jorge Rivera Sosa, el ayuntamiento en conjunto con las autoridades de la SEP Estatal, han desalojado a los estudiantes y maestros de las instalaciones en que se encontraban, para reconstruir el centro histórico y hacer de Tlaxco un “Pueblo mágico”, y los han enviado a otras que, de acuerdo a la ubicación, se encuentran demasiado lejos, lo que dificulta la posibilidad de los padres el enviar a sus hijos a la escuela para que sigan estudiando. Sin embargo, no solo ha bastado con el desalojo, sino que también el Ayuntamiento de Tlaxco ha recurrido hasta amenazar con represión a los padres de familia sino cambian a sus hijos y  dejan de defender su antigua escuela, y a pesar de que éstos han recurrido a la Comisión de Derechos Humanos, a los regidores y presidentes de comunidad, nadie los escucha y menos les hacen caso.

El asunto es que a los niños que estudian en esa primaria los quieren mandar a una escuela que se construyó en el barrio de Tepatlaxco, gestionada por esta comunidad y que se encuentra a dos kilómetros de distancia aproximadamente, y que para llegar a ella tienen que cruzar  una zona despoblada y pasar por una carretera que es el libramiento de Tlaxco, por el que circulan las unidades pesadas, representando un riesgo para los niños, cuyas viviendas están en el centro, pero además muchas madres de familia llevan alimentos a sus hijos lo que implica que tendrían que perder casi toda la mañana para atenderlos.

El argumento que da el Presidente municipal del cambio de la escuela primaria, se debe a que quiere establecer un museo y una biblioteca digital en las instalaciones de la institución referida, a pesar de que enfrente esta una biblioteca municipal y un centro cultural muy poco concurrido, por lo que podrían quedar bien ambos espacios educativos en las instalaciones que ya existen. Sin embargo los padres de familia no se oponen y aceptan la reubicación a otro espacio cercano, lo único que piden es que no desaparezca la escuela del centro y que conserve la clave que ahora tiene, y que la recién construida escuela en el barrio de Tepatlaxco obtenga otra clave y de servicio a los alrededores de ese lugar, pero no es aceptada su propuesta.

Ante esta situación las autoridades municipales y educativas le apuestan a que los padres se cansen de luchar, que por sus actividades cotidianas ya no puedan sostener su asistencia al edificio donde se encuentran todavía, y así obligarlos a inscribir a sus hijos en alguna otra escuela, o a atreverse a mandarlos hasta la nueva.

Mucho se habla de restituir el tejido social, y habrá quien considere que las últimas votaciones refuerzan la aceptación de la actual administración, pero un análisis más detenido, sin duda arroja resultados no muy satisfactorios, pues en el ánimo del ciudadano simple y sencillo, quien con estos actos de autoritarismo va poco a poco sintiéndose agraviado por la autoridad y por los poderosos, por lo que su primera reacción es de no respetar la imposición de las reglas y normas impuestas y su contestación es la abstención, y después terminara derrumbando todo.