Persecución política en Joquicingo, Estado de México

  • Aquiles Córdova

El día 29 de julio, a eso de las 7 de la noche, fueron detenidos el antorchista Fernando España Montalván y el regidor municipal panista Isaac Urbina Orihuela, acusados nada menos que del delito de “secuestro”. La detención se llevó a cabo en la calle Mónica Pretelini de la cabecera municipal de Joquicingo, cuando los dos inculpados, a bordo de un automóvil Tsuru blanco propiedad del regidor, esperaban frente al domicilio de Guillermo Miraflores a quien habían solicitado el servicio de su camioneta de carga para trasladar productos agroquímicos que, por gestiones de Antorcha Campesina, les entregaría la dependencia gubernamental respectiva. Quienes los detuvieron eran gente desconocida que vestía de civil y que viajaba a bordo de un “Jetta” verde; no se identificaron ni mostraron orden judicial alguna; simplemente se dirigieron a los dos sorprendidos ocupantes del Tsuru con las típicas amenazas e insultos de grueso calibre comunes en estos casos, los sometieron y los subieron, a Isaac en el Jetta verde y a Fernando en el Tsuru de Isaac, y partieron con rumbo desconocido. Tras el acostumbrado “paseo” por diversos lugares, por fin, a eso de la una de la mañana, sus familiares los localizaron en la Fiscalía Especial de Secuestros del Valle de Toluca.

En este lugar permanecieron 48 horas, les hicieron las “entrevistas” de ley y les informaron la acusa de su detención: “presunto delito de secuestro”. Concluidas las formalidades dichas, los trasladaron a Almoloya de Juárez a disposición del Juez de Control del Distrito Judicial de Toluca con residencia en ese lugar. La acusación de la víctima, cuyo nombre se mantiene en reserva por mandato de ley, se resume así: el mismo día 29 de julio, siendo las 11:28 de la mañana y yendo él a su trabajo en San Francisco Tepexoxuca, lo abordaron dos sujetos diciéndole que a su suegro se le había descompuesto el carro, que pedía su ayuda y que ellos lo llevarían al lugar del accidente; que lo subieron a un Tsuru blanco y lo llevaron “a la entrada de Joquicingo, donde lo dejaron”; que “caminó en busca de su suegro” (?) y que, al doblar una esquina, “se topó con una camioneta roja tipo Cheyenne de la que bajó un tipo armado” que lo amenazó y lo obligo a subir a la Cheyenne donde iban 3 sujetos más, uno de los cuales le dijo que se trataba de un secuestro, le exigió su teléfono y el número de su padre “para pedirle el rescate” y luego lo llevaron, primero, a unas cabañas donde no lo bajaron; luego a un paraje sobre la carretera donde lo apearon y, a pie, lo hicieron subir a un cerro. Allí permaneció hasta las 9:30 de la noche, hora en que lo bajaron a otro paraje y allí volvió a encontrar a los ocupantes del Tsuru. Después de una hora de permanecer allí, llega la policía y lo rescata.

La truculenta historia tiene demasiadas incongruencias y lagunas como para ser tomada en serio. 1°) El secuestrado, que dice no conocer personalmente a sus captores, recuerda con exactitud de reloj las horas en que ocurrieron los diversos hechos que narra; da con absoluta precisión la media filiación de sus victimarios (edad, estatura, tamaño de la boca, color de la tez, del pelo, de los ojos, etc.,) a pesar de que él mismo afirma que nunca se bajaron del carro y que sólo los vio durante 3 minutos que duró el viaje con ellos. 2°) Hay pruebas indudables de que los acusados, a la hora del supuesto secuestro, no estaban juntos, sino separados y en lugares muy distintos: Fernando España, en compañía de Mario Cedillo y otras personas, subiendo a un vehículo, para cambiarla de lugar, una máquina lavadora de plástico; Isaac, en la antesala de un pediatra (que asegura haberlo saludado personalmente) con su pequeña hija enferma. Tanto Mario Cedillo y acompañantes como el pediatra de referencia, han confirmado la veracidad de lo declarado por los inculpados en lo que a ellos respecta. 3°) El director de la policía de Joquicingo, en el parte de novedades del día de los hechos, dijo que “siendo las 7:30 de la tarde del 29 de julio, elementos de su corporación arribaron al paraje llamado La Placa, donde se encontraron que elementos de la policía de Tenango del Valle ya tenían detenidos a Isaac Urbina y Fernando España”. Esto prueba que es materialmente imposible que el secuestrado los haya visto a las 9:30 de la noche o poco después, como él afirma, simple y sencillamente porque, a esa hora, ellos ya estaban detenidos. 4°) Hay un crecido número de testigos oculares que confirman haber visto a los acusados personalmente, tanto a la hora del supuesto secuestro como a la hora de su detención, precisamente en los lugares y en las circunstancias que ellos han dicho. 5°) La Cheyenne roja y sus ocupantes, simplemente, se han vuelto ojo de hormiga.  

Con todo este cúmulo de incongruencias y pruebas de descargo, se antojaría como algo automático la inmediata puesta en libertad de los detenidos. Pero no fue así. El señor Juez de Control les dictó “auto de vinculación a proceso” alegando que los testimonios en su favor “no tienen valor probatorio alguno por tratarse de amigos, familiares y compañeros”. Conviene que el posible lector sepa lo que parece que el señor Juez de Control ignora (o finge ignorar), esto es, que la ley no prohíbe que puedan ser testigos de descargo los familiares, amigos o compañeros de un acusado, ni tampoco invalida, por tanto, su testimonio. A la fecha el proceso se halla en la etapa que ahora se llama “Investigación Judicializada” en la cual el ministerio público deberá reunir todas las pruebas que pueda y juzgue válidas para determinar si son suficientes “para hacer una acusación” y continuar con el proceso o, en caso contrario, solicitar el sobreseimiento del caso y la libertad a los acusados. La defensa ha desahogado 18 testimoniales, todas concordantes con la versión de los acusados, incluido el testimonio del pediatra y de quienes ayudaron a cargar la lavadora de plástico, cuya existencia ha sido plenamente corroborada. Parecería, pues, que la libertad de Fernando e Isaac es cosa de tiempo (el juez tiene como fecha límite para decidirse por la libertad o la sujeción a juicio el 6 de octubre).

Pero los familiares de los detenidos, los antorchistas y el pueblo de Joquicingo tienen serios temores de que eso no sea así porque, a su juicio, no se trata de un caso común sino de uno con claros tintes políticos. Así lo sugiere la reticencia del juez para aceptar los testimonios de amigos y familiares en su favor, y así lo hace temer el perfil político de los acusados. El regidor panista Isaac Urbina es un político prestigioso que, ante la posibilidad de que el Presidente Municipal actual, también panista, busque una diputación, se perfila como su más viable sucesor. Por su lado, el compañero antorchista Fernando España es el líder popular más conocido y reconocido en el municipio, y mucha gente lo ve como el futuro candidato a la alcaldía de Joquicingo. Su prisión no ha hecho más que aumentar su popularidad. Los tres personajes, además, comparten la buena relación y el trabajo en favor de la comunidad con el Movimiento Antorchista de la zona, y es éste, quizá, su pecado capital. Una prueba de ello es que, a mediados de junio, los dos detenidos y una tercera persona más fueron convocados a la oficina de Alfonso Gómez Aguirre, que la internet presenta como “líder del Frente Nacional Revolucionario, militante del PRI y aspirante a la alcaldía de Toluca”, el cual les ofreció 2 mil toneladas de fertilizante y maquinaria agrícola a cambio de deslindarse públicamente de Antorcha y acusarla de malos manejos. Ellos se negaron y un mes después vino su arresto. Estamos ante una nueva demostración de la falta de independencia del poder judicial respecto al todopoderoso Poder Ejecutivo y del uso prostituido de la ley como aterrador instrumento represivo en manos de los políticos para doblegar y someter, o eliminar en su caso, a quienes considera “enemigos” peligrosos e irreductibles. En artículo reciente preguntaba yo: ¿en manos de quién estamos? Hoy copio esto, que pudiera ser una respuesta indirecta, escrito por Aristóteles hace casi 2,400 años: “Exactamente como sería una ridícula figura un hombre que fuera intelectual y moralmente inferior a sus esclavos, de la misma manera debemos creer miserable a un hombre cuyas riquezas sean más valiosas que él mismo… La saciedad engendra el libertinaje, dice el proverbio. La vulgaridad ligada al poder y a las riquezas produce la locura”. Cualquier semejanza con algún personaje de nuestros días es pura coincidencia.