Mexican Moment

  • Rodolfo Ruiz R.

No sé a ciencia cierta cuál sea la causa, pero invariablemente cada vez que leo o escucho algo sobre el fracaso de Brasil en el Mundial -y no me refiero al de su selección de fútbol, sino al de su gobierno- viene a mi pensamiento el llamado Mexican Moment por el que supuestamente atraviesa el país gracias a las reformas impulsadas por el presidente Enrique Peña Nieto.

Recuerdo que no hace mucho la prensa y las celebridades de la política internacional llenaban de elogios al que fue su presidente hasta diciembre de 2010, Luiz Inácio Lula da Silva, por haber impulsado durante los ocho años de su gestión reformas económicas y cambios radicales que produjeron la transformación social y económica de Brasil, al punto de hacer de esta nación sudamericana una potencia mundial.

La famosa revista Time lo eligió como el líder más influyente del mundo en 2010, distinción que un par de años antes le hizo la revista estadounidense Newsweek. Otros medios que también lo distinguieron fueron el diario francés Le Monde, así como el periódico español El País y el diario británico Financial Times.

El influyente The Washington Post llegó a decir en octubre de 2010 que con Lula, Brasil se convirtió en la octava economía mundial, al lograr que más de 20 millones de personas salieran de la línea de pobreza extrema, y que la ciudad de Río de Janeiro fuera elegida sede de los Juegos Olímpicos de 2016, siendo la primera vez que éstos se realizarían en América del Sur.

Todas estas alabanzas se han ensombrecido durante la Copa Mundial de fútbol, pues una buena parte de los 5 mil periodistas y más de 7 millones de turistas que en estos días han llegado a Brasil se han encontrado con una realidad muy diferente a la que se vendió en los ocho años de gobierno de Lula da Silva.

Protestas en las calles por la corrupción y los sobrecostos de las obras que se tuvieron que hacer para el Mundial, estadios a medio terminar, abusos de prestadores de servicios, paros laborales, retrasos en los aeropuertos, y enfrentamientos entre policías y manifestantes.

¿A poco en menos de cuatro años el Brasil de Lula entró en crisis con Dilma Rousseff? ¿No se supone que la presidenta brasileña es del mismo partido, y hasta de la misma línea política y económica que su antecesor? ¿Qué dejó de hacer Dilma Rousseff para que la prensa internacional se olvidara del milagro económico sudamericano y volteara los ojos a México y a su presidente Peña Nieto?

Lo peor que le podría ocurrir a Brasil en esta justa mundialista es que su selección de fútbol no resultara campeona o en las siguientes fases fuera eliminada y se perdiera la gran final, ya que entonces la Copa Mundial sí sería un rotundo fracaso no sólo en el terreno futbolístico, sino anímico y emocional para un país que se promovió como una potencia pero que la terca realidad la ubicó en su justa dimensión.

Algo similar sucede hoy con la economía de México, que sigue estancada, con bajas tasas de crecimiento anual, dependiente del mercado estadounidense y con nuevas reglas y disposiciones fiscales que en lugar de alentar a los inversionistas nacionales y extranjeros los ha frenado y contenido en espera de mejores tiempos y oportunidades.

Ojalá el Mexican Moment no termine en una quimera, en una falsa ilusión provocada por las reformas estructurales que se han aprobado a nivel constitucional, pero no en las leyes secundarias o reglamentarias que todavía siguen discutiéndose y negociándose en el Congreso de la Unión, no por un afán de mejorarlas, sino a cambio de prebendas en beneficio de la clase política y la partidocracia mexicana.

Ojalá.

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